NUEVE PRÍNCIPES DE AMBAR

Roger Zelazny escribió en los años 60 la saga de Ambar, a caballo entre la ciencia ficción y el relato poético. El tiempo y sus sinuosidades, los universos paralelos, la inmortalidad … son constantes en este género; lo que puede hacerlo diferente es su lenguaje, su capacidad para transportarnos a otras realidades tal como lo hace Zelazny:

«¡Ambar!

El recuerdo de Ambar hacía más rápido el ascenso, más agradable. De todas las ciudades que existen, Ambar es la más grande. Ambar es el principio y el fin de todo. Todas las ciudades que han existido no han sido más que su reflejo, la sombra de una parte de Ambar.

Ambar, Ambar…. me acuerdo de tí. Nunca te olvidaré. En lo más hondo de mi ser a lo largo de todos los siglos que he errado por la Sombra-Tierra, nunca te he olvidado, pues a menudo durante la noche mis sueños se veían turbados por tus minaretes verde oro y tus amplias terrazas. Me acuerdo de tus paseos, de tus macizos de flores rojo dorado. Me acuerdo de la dulzura de tu aire, tus templos, tus palacios, tus jardines que siempre entregas y siempre entregarás.

Ambar, ciudad inmortal, de la que todas las demás han sido calcadas, no puedo olvidarte y ahora menos que nunca. Ni olvidar aquel día en el Laberinto de Rebma, cuando recordé el reflejo de tus muros y mi hambre renació. Había conocido el amor de Moira, pero nada se puede comparar al placer y al gozo de tu recuerdo. Incluso ahora, contemplando el palacio del Caos y contando esta historia al único ser viviente para que la repita y no muera tras de mí, incluso ahora, te cuerdo con amor. Ciudad para cuyo gobierno he sido creado ….»