Bomarzo, se encuentra en Vitervo, Italia y había sido el feudo de la aristocrática familia Orsini. Hace 500 años, Pier Francesco Orsini perdió a su esposa, Julia Farnese, y quedó sumido en el dolor. Su historia, y la de los jardines que mandó construir cerca de su palacio, ha sido magistralmente relatada por Manuel Múijica Láinez en la novela que lleva el mismo nombre.
Estamos en pleno Renacimiento y unas decenas de años antes, había aparecido un singular libro, editado en Venecia: «El sueño de Polífilo», salpicado de hermoso dibujos, escrito por Francesco Colonna.
En este libro, extraño y singular, se describe cómo el protagonista, «llorando por un desgraciado e importuno amor, Polia» cae profundamente dormido en su habitación y sueña que se encuentra en un bosque frondoso y lleno de espesura, solitario y amenazante; cuando al fin logra salir a un prado donde corre un arroyo, se queda dormido: un sueño dentro de otro sueño.
Dentro de esa espiral onírica, Polifilo empieza a recorrer un desconocido y misterioso mundo, donde va encontrando gentes y paisajes extraños:
«Ví aquí, en el verdor de los floridos prados y bajo las frescas sombras, una gran multitud de extrañas gentes de ambos sexos, rústicamente vestidas, unos con pieles de cervatillo moteadas de blanco, de lince o de leopardo, otros de hojas de lampazo, de pulguera, de colocasia, de mixa, farfugio mayor y otras frondas, con sus diferentes frutos y flores, sobre la piel desnuda. Calzaban coturnos de hojas de acedera y llevaban guirnaldas de flores, como las ninfas hamadríadas y las himénidas, que veneran a las perfumadas flores»Y aparecen ante su vista monumentos realizados en materiales preciosos:
«Pero queda por decir que en el cuadrado de en medio había un pedestal de pórfido en cuyos ángulos resaltaban cuatro cabezas de carnero con cuernos en forma de caracol, unidas cerca de la cornisilla y exquisitamente esculpidas, de las que pendían guirnaldas curvas. Sobre él descansaba un vaso antiguo en forma de ánfora, con cuatro asas iguales, de óptimo sardónice al que se unía bellísimamente su pariente el ágata, constituyendo una obra admirable».«Allí, se ofrecía a la vista un enorme elefante de una piedra más negra que la obsidiana, sembrada copiosamente de partículas de oro y plata como polvillo resplandeciente»
Y escenas de tinte pagano que nos hacen recordar el momento en que ha sido escrita la historia, el Renacimiento:
«Y aquí todo el suelo cubierto en abundancia de pétalos de rosa y flores de azahar, de violetas de color amatista y de alhelíes amarillos, blancos y purpúreos y de jazmines, lirios y otras flores nobles y olorosas; sobre el suelo reluciente adornada con incrustación de infinitas teselas , estaba diseminada singularmente la semilla del malvavisco y ramitas de mirto florido. Muchas ninfas llevaban tirsos rematados por ramos de flores; otras, ramas de oliva, algunas de laurel, muchas de mirto y otros árboles célebres»El universo que sueña Polífilo es hermoso, busca la perfección, la alegría de vivir, el amor lleno de sensualidad y también la belleza formal del mundo antiguo. Sus escenas, por las que discurren ninfas y sátiros, rodeados por una grata naturaleza son una ruptura con el pasado inmediato, la Edad Media.
Francesco Orsini debió forzosamente de inspirarse en el libro pero, su espíritu atormentado, quiso hacer un jardín salvaje, con estatuas a veces sobrecogedoras, invadidas de plantas trepadoras, tapizadas de líquenes y musgo, como un mundo petrificado por un cataclismo …
Y no obstante, con una belleza magnética, inesperada, que de alguna forma oscurece la del libro en que se inspiró y te traslada por un breve espacio de tiempo a otro momento, a los sentimientos de aquel Francesco de aspecto retraido y vulnerable.
Francesco Orsini
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