Si hay una película que represente a la nouvelle vague de los años 60 es ésta. Las imágenes en blanco y negro, de alguna forma quieren imitar al cine americano de los años 40 pero su modernidad, el movimiento febril de los actores, el aparente sinsentido de sus acciones, viviendo al límite en una sociedad que ya es rica y próspera marca una diferencia. Sus personajes persiguen la emoción, la aventura antes que un plan o una finalidad concreta… Jean Seberg, la protagonista, con el mismo look que en «Buenos días tristeza», parece aquella adolescente con tres o cuatro años más, buscando aún un sentido a su vida.
Belmondo, en su mejor papel, identificándose totalmente con el alocado y atrayente Michel que apenas es consciente de sus delitos.
El film es casi un documental de las calles de París, el latir de la ciudad en aquella época. De obligada visión para los que amen el cine.