Katsushika Hokusai nació en Edo, la actual Tokyo, en 1760. Después de un aprendizaje de diversas técnicas, realizó grabados con planchas de madera y tocó diversos temas pictóricos pero aquello que lo hace único y diferente a sus contempráneos son las estampas que llamó Treinta y seis vistas del Monte Fuji, como la que figura arriba, la famosa La gran ola de Kanagawa.
Sus olas, por un lado amenazantes, sugieren sin embargo una sensación de frescor, la espuma parece salpicarnos mientras se divisa el Fuji entre sus crestas …
En otras ocasiones captó la indefensión de pequeñas barcas de pescadores a punto se ser engullidas por el gigantesco oleaje.
La antigua pintura japonesa estaba fuertemente influenciada por la filosofía zen y su percepción del mundo. De hecho aquella escuela llamada uyiko-e, significaba «pinturas del mundo flotante»: la curva, los colores frescos o elementales, la fusión de los contrarios como en esta estampa del Remolino de Naruto, donde el agua forma espirales que abrazan a las rocas ..
O esta otra, donde unas minúsculas figuras humanas luchan por arrebatar la pesca entre las rompientes
Y por último, una nueva visión de la misma perspectiva, las olas elevándose sobre frágiles embarcaciones en un mar tempestuoso, bajo un cielo aborrascado. Los bordes de las olas son como pequeñas garras que se arrojan sobre los pescadores …