Según la tradición céltica y también romana, se sentía el solsticio de invierno como un momento en que los espíritus amenazadores salían del mundo subterráneo y podían causar calamidades e infortunio a los hombres. Se percibía ese gran cambio de la naturaleza en que fuerzas telúricas renovaban la vida.
La triple diosa -doncella, madre y anciana- llamada Dana o Morrigan, diosa de la guerra, de la sensualidad y la fertilidad, regía este mes, estación de un frío húmedo y brumoso y luz crepuscular, sobre todo en las zonas septentrionales de Europa, mes a un tiempo atemorizador y misterioso, pero punto de inflexión para el renacimiento del mundo.
Más tarde la diosa Morrigan, devino en hechicera o maga y pasó a ser conocida como la reina Mab o Maeve, la reina de las hadas, referente poético muy querido por Shakespeare:
Mercutio: Sin duda te ha visito la reina Mab, nodriza de las hadas. Es tan pequeña como el ágata que brilla en el anillo de un regidor. Su carroza va arrastrada por caballos leves como átomos, y sus radios son patas de tarántula, las correas son de gusano de seda, los frenos de rayos de luna: los huesos, grillo e hilo de araña forman el látigo: y un mosquito de oscura librea, dos veces más pequeño que el insecto que la aguja sutil extrae del dedo de ociosa dama, guía el espléndido equipaje. Una cáscara de avellana forma el coche elaborado por la ardilla, eterna carpintera de las hadas. En ese carro discurre de noche y de día por cabezas enamoradas y las hace concebir vanos deseos..» (Romeo y Julieta)
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