T. S. ELIOT. Poemas

 

«Me diste jacintos por primera vez hace un año;
me llamaron la chica de los jacintos»
-Pero cuando volvimos, tarde, del jardín de los jacintos,
tus brazos llenos y tu pelo mojado, no podía
hablar y me fallaban los ojos, no estaba ni
vivo ni muerto, ni sabía nada,
mirando en el corazón de la luz, el silencio.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 


Madame Sesostris, famosa vidente,
tenía un fuerte resfriado, sin embargo
es conocida como la mujer más sabia de Europa,
con una perversa baraja. Aquí, dijo,
está su carta, el Marinero Fenicio ahogado,
(perlas son estos que fueron sus ojos. ¡Mirad!)
Aquí está Belladonna, la Señora de las Piedras,
la dama de las situaciones.
Aquí está el Hombre de los Tres Bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el mercader tuerto, y esta carta,
que está en blanco, es algo que lleva él a la espalda,
que me está prohibido ver. No encuentro
al Hombre Ahorcado. Tema la muerte por agua.
Veo multitudes de gente, dando vueltas en un círculo.
Gracias. Si ve a mi querida Mrs. Equitone
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
en estos tiempos hay que tener mucho cuidado.
 
 
 
 
 
 
   
 
 El tiempo presente y el tiempo pasado
están quizá presentes los dos en el tiempo futuro
y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado.
Si todo tiempo es eternamente presente
todo tiempo es irredimible.
Lo que podía haber sido es una abstracción
que queda como perpetua posibilidad
sólo en un mundo de especulación.
Lo que podía haber sido y lo que ha sido
apuntan a un solo fin, que está siempre presente.
Hay eco de pisadas en la memoria
allá por el pasadizo que no tomamos
hacia la puerta que nunca abrimos
a la rosaleda. Mis palabras tienen eco
así, en vuestra mente
 
 
 
 
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