EL AÑO DEL JARDINERO. Karel Capek

 

 

Delicioso libro sobre esas creaciones del hombre civilizado llamadas jardines: qué es un jardín, como nace, como se convierte uno en jardinero, las semillas, los abonos, todos los meses uno por uno y las labores correspondientes … y todo ello visto a través de un prisma lleno de humor, ironía y dosis de ternura.

Capek, uno de los mayores escritores checos del siglo XX amante  de los jardines él mismo, nos va explicando cual si de un vecino servicial se tratara, las dificultades y los trucos para poder conseguir tu pequeño paraíso particular.

 

«Cabría imaginarse que no hay nada más sencillo que regar un jardín, sobre todo si se posee una manga de riego. Pero uno no tarda en darse cuenta de que la manga de riego es un ser particularmente astuto y peligroso mientras no está completamente domesticado: se retuerce, hace cabriolas, pierde presión de golpe, derrama debajo de sí una gran cantidad de agua para, a continuación, hundirse voluptuosamente en la ciénaga que ha creado; después se lanza sobre el individuo que se propone regar y se le enrolla en las piernas; entonces hay que ponerle el pie encima, pero ella se yergue y le rodea la cintura y el cuello. Mientras lucha con ella como contra una serpiente pitón, el monstruo dirige su pico de cobre hacia el cielo y vomita un violento chorro de agua contra las ventanas, sobre las cortinas acabadas de colgar. Entonces es necesario agarrarla por la cabeza y estirarla lo máximo posible: la hidra enloquece de dolor y se pone a escupir no por las fauces, sino por el otro extremo y por alguna parte en medio del cuerpo. La primera vez son indispensables tres hombres para domesticarla por poco que sea, tras lo cual todos abandonan el campo de batalla, sucios de barro hasta las orejas y copiosamente mojados. En cuanto al jardín, si bien en algunos lugares está cubierto de charcos fangosos, en otro se agrieta de sed».

 

«Las semillas

Algunos pretenden que hay que poner carbón vegetal, mientras que otros lo niegan. Algunos recomiendan un poco de arena amarilla, porque -dicen- contiene hierro, pero otros lo rechazan por la sencilla razón de que contiene hierro. Otros son partidarios de la arena de río pura, otros de la simple turba y otros del serrín. En una palabra, la preparación de la tierra para las semillas es un gran misterio y comprende ceremonias mágicas. Hay que mezclar con ella polvo de mármol (per ¿de dónde sacarlo?), boñiga de vaca de tres años (aquí uno se pregunta si esta indicación de edad se refiere a la boñiga o a la vaca), una pizca de tierra topera fresca, arcilla reducida a polvo sacada de una vieja pocilga, arena del Elba (pero no del Vltava), tierra de leñera de tres años y quizá también mantillo de helecho dorado …»

«Un verdadero jardinero no es un hombre que cultiva flores: es un hombre que cultiva la tierra, es una criatura que se entierra en el suelo, dejándonos el espectáculo de lo que está encima a nosotros, los curiosos, los inútiles. Si llegara al Jardín de Paraíso, husmearía con aire extasiado y diría: «¡Dios mío, esto sí que es humus!» Creo que se olvidaría de comer los frutos del Árbol del Bien y del Mal, más bien buscaría el medio de birlarle a Dios un poco de humus del Paraíso..»

 

«Marzo

(tengamos en cuenta las diferencias climáticas con Centroeuropa)

a) lo que el jardinero debe y quiere hacer;

b) lo que, a falta de otra cosa mejor, llega a hacer.

a) Quiere absoluta y obstinadamente: quitar las ramas y descubrir las flores, cavar, abonar, hacer regueras, excavar, entrecortar, mullir, rastrillar, allanar, regar, multiplicar, cortar, podar, plantar, trasplantar, sujetar, rociar, escardar, echar a los gorriones y a los mirlos, desenterrar los gérmenes con el dedo, mostrar júbilo ante los narcisos de las nieves que acaban de abrirse, secarse la frente, estirarse, comer como un lobo y beber como un cosaco, ir a acostarse con su laya y levantarse al mismo tiempo que la alondra, celebrar el sol y el cielo, palpar los duros botones, … en una palabra: vivir generosamente, primaveralmente, a la manera de los jardineros.

b) En realidad, en lugar de todo esto, echa pestes porque la tierra sigue estando helada, se pone furioso en su casa como un león enjaulado mientras la nieve cubre su jardín, permanece sentado junto a la estufa con un gran resfriado, se ve obligado a ir al dentista, recibe una citación judicial, tiene la visita de una tía, de un bisnieto o de una abuela; en suma pierde el tiempo día tras día perseguido por las dificultades, las veleidades de la fortuna como si fuera hecho adrede durante el mes de marzo, pues debéis saber que «marzo es el mes en que hay más cosas que hacer en un jardín, al que hay que preparar para la llegada de la primavera»

 

«Jardines de roca

El mantenimiento de una rocalla se revela así como un deporte emocionante y de gran clase; además, es ocasión de innumerables y admirables sorpresas, como cuando, desde la altura vertiginosa de un codo, descubrís en vuestra rocalla una mata florida de edelweiss o de otros representantes de la flora de las altas cimas alpinas. Pero ¿Qué os voy a contar? Quien no haya cultivado esas mil campanillas, saxifragas, ibérides, etc., y las fresas, jusbarbas, lavanda y todas las variedades de tomillo y el iris pumila y el lino silvestre (sin olvidar, por supuesto, el áster alpino, el ajenjo rastrero, el erinus, el erodium, la hurchinsia y la nevadilla, el carraspique, la oethionema y otras flores magníficas como el petrocalis, el astrágalo y otras no menos importantes como son  las primaveras, las violetas de montaña, etc….), digo, pues, que quien no hay cultivado todas estas flores, no venga a hablar de las bellezas del mundo: pues no ha visto lo que hay de más bonito, lo que esta tierra ruda, en un instante de enternecimiento (que no duró más que unos cientos de miles de años) creó. Si vierais una bella alfombra de dianthus musalae, las flores más rosa que jamás hayan … Pero ¿Qué os voy a contar? sólo los propietarios de rocallas conocen este arrobamiento sectario.

Si, porque un propietario de rocalla no es solamente un jardinero, sino también un coleccionista, lo que le sitúa entre los maníacos más gravemente afectados. Mostradle una campánula Morettiana que ha crecido en vuestro jardín: vendrá a robarosla durante la noche, con las armas en la mano, pues ya no puede vivir sin ella; si es demasiado cobarde o está demasiado gordo para venir a cogérosla, se pondrá a gimotear y a lloriquear para que le déis un brote.»

 

 

 

 

 

 

 

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