En los años 60, Jean-Jacques Servan-Schreiber, periodista y ensayista político francés, publicó un libro que causó sensación: «El desafío americano».
Este libro, de todos conocido, pretendía ser en aquel momento un toque de atención, una llamada de alerta a la plácida sociedad europea que, habiendo resurgido de sus cenizas tras la II Guerra Mundial, disfrutaba de una prosperidad económica sin parangón y se contemplaba el ombligo satisfecha de su superioridad cultural y civilizadora.
A continuación reproduzco parte de una columna de La Vanguardia del año 1968, en la que se examinaban los contenidos del libro, (los vocablos cibérnetico y computadoras suenan ahora tan obsoletos):
«En el libro de Servan-Schreiber nos
enteramos con estupor de que América se está adueñan-
do de Europa, manejando más nuestro propio dinero que el
que ella ha invertido en nuestro continente, y que con
lo que en realidad nos avasalla es con su espíritu de em-
presa. El autor francés, como saben mis lectores, pues
estoy seguro de que casi todos lo han leído, tras
una sagaz recopilación de la evolución de la influencia
de la ciencia y de la investigación en el proceso socie-
tario en estos últimos siglos, nos hace ver cómo, en la
fase actual, el espíritu de empresa que se sale con la
suya es el que sabe, gracias a una buena organización,
explotar al máximo los resultados de la investigación,
que crecen en una progresión tan abrumadora que ya
se han hecho necesarios las máquinas, los computadores,
para poderlos abarcar y administrar. De ello resulta evi-
dente que el retraso europeo no es un retraso general
de cerebros, sino una falta de organización, en la que
lo que se hace más patente es la falta de unión, de co-
lectivización en el sentido europeo. Y así se da la gran
paradoja de que Europa exporta cerebros a América
para después importar las patentes que allí han creado
estos mismos cerebros.
Servan-Schreiber da en su libro una importancia pri-
mordial a la aplicación de la cibernética por los ameri-
canos.
La admiración de Servan-Schreiber ante un compu-
tador no puedo negarles que se me antoja excesiva. Por
lo que respecta a la supremacía americana en este te-
rreno, hay que distinguir dos puntos: el que IBM esté
absorbiendo la industria de fabricación de computado-
res en todo el mundo, lo que no deja de ser el caso de
una industria más, y el que los apliquen y se sirvan más
de ellos que los europeos, lo que, al fin y al cabo, es de
fácil remedio, pues los computadores (que, como el
mismo Servan-Schreiber dice, en el futuro serán cada vez
más pequeños y más baratos) estarán al alcance de to-
dos. Y la ventaja estará entonces de parte no del que
los construya y utilice mejor, sino de quien los «progra-
me» con más tino.
Creo, sinceramente, que cuando Servan – Schreiber
está más en lo justo es al señalar como causa del pre-
dominio norteamericano el mayor y más eficaz espíri-
tu de empresa, de lo que, en todo caso, la utilización de
los computadores no sería más que un ejemplo. Y tam-
bién que da el remedio justo, o al menos el único
viable, al hacer ver la necesidad, si qiueremos que la
civilización europea no sea absorbida, de que hombres
de acción eficientes, prescindiendo de prejuicios histó-
ricos (nacionalismos) o sociales (derechas e izquier-
das), encaucen eficazmente hacia la acción todos los fru-
tos del talento.»
Más allá de las teorías conspiranoicas tan en boga a raiz de la crisis, habría que fijar nuestra atención en la frase «espíritu de empresa» y las fuentes a las que habría que remontarse para encontrar su origen. Y este no es otro que la filosofía protestante, más bien calvinista (que es el no va más del protestantismo; Calvino era francés pero encontró su patria espiritual en Suiza, ese país).
Los Estados Unidos fueron creados y su constitución elaborada por protestantes, hombres que reverenciaban el trabajo (y el provecho económico como justa recompensa), al unísono con planteamientos masónicos cuyos símbolos aparecen hasta en sus monedas.
Estos párrafos que he extraído de una interesantísima monografía titulada En nombre del padre, del hijo y del Santo Mercado; Capitalismo y ética protestante, en la página www.monografías.com, son muy esclarecedores:
«En el calvinismo, el trabajo se convierte en una cuestión moral»
«Un empresario triunfador es aquél que produce los bienes demandados por el mercado. Es decir, quien convierte al cumplimiento de las reglas del mercado en su «imperativo categórico». Y por este riguroso cumplimiento (gracias a una completa dedicación al trabajo profesional), el mercado lo recompensa con altos beneficios económicos. Así, el empresario obtiene su redención comercial.»
¿Es esto así? Estados Unidos, que a finales de los 90 quitó el bozal a sus especuladores abriendo de nuevo la caja de Pandora como ya sucediese en 1929, está recuperándose prodigiosamente, mientras nosotros intentamos evitar el naufragio. Desde luego sus empresas están creando empleo (a menudo en condiciones despiadadas), y sus bancos están devolviendo los préstamos recibidos (y de paso prestándonos a nosotros a través del FMI). Servan-Schreiber no andaba equivocado ya que no se puede negar el espíritu de empresa del pueblo estadounidense, su capacidad de organización, de férrea unidad, de sacar provecho de las circunstancias, pero también, cuando éstas no les son propicias, de provocarlas por todos los medios y a cualquier precio, para volver a ocupar una posición de dominio (con la bendición de Calvino y Zwinglio).
Es un claro ejemplo del los programas de preparación del ser humano en la educación:
Uno, enseñarlo al arte de la gestión para conseguir los resultados programados y dos el cultivo del natural talento del ser humano al inducirlo por medio de la técnica del MANAGEMENT a su desarrollo de liderazgo.
Francisco Lagunes Moreno ferrolag@gmail.com