Richard Aldington (1892-1962) nació en Gran Bretaña. Hacia 1912, en unión de los poetas Ezra Pund, Hulme e Hilda Doolittle crean el movimiento llamado «imaginismo», que mediante la belleza del lenguaje intentaban encontrar un sentido a la existencia, luchando contra el caos.
Se expresó a través de la poética propiamente dicha (Poemas, Un sueño en el Parque de Luxemburgo) y de la prosa (Todos los hombres son enemigos, Muerte de un héroe)
El poema del cual he extraído unas estrofas, narra un sueño: el protagonista sueña, en el Parque de Luxemburgo, que una mujer a la que ama le invita a visitarla en Francia. Van a la costa y viven allí, pintando, gozando de la vida y amándose. Finalmente el sueño se desvanece, dejándonos un sabor acerbo.
» .. Hay mucha gente que desprecia al que sueña despierto; yo mismo tengo un amigo, un amigo culto, de sonrisa triste, que lo considera una enfermedad heredada de Rousseau, aunque dudo de que mi culto amigo haya estado nunca realmente enamorado, con un amor que robe el sueño y el apetito, que hunda a Roma en el Tíber. Pero no hagáis caso. Voy a contaros mi sueño, porque ¿Quién puede estar enamorado en París, en junio, y tener a la mujer de sus desvelos lejos, en otro país, sin soñar despierto bajo los árboles del Luxemburgo?
«… mi amada es como las gráciles y animosas damas de Provenza, de pechos turgentes no teme a los burgueses ni a los rozagantes sacerdotes que estrangulan la vida con sus manos untuosas. Posee la alegría de la vieja Provenza, y creo que no despreciaría a la desconocida dama de Guilhem de Poitiers, que fue poeta, además de príncipe reinante El gran escudo de acero de Guilhem lucía su efigie, porque, según decía: <es justo que la lleve a la batalla, por las veces que ella me ha llevado a la cama> Y sin embargo, si es como una dama de la antigua Provenza, ¿Porqué la llamo dríade ingrávida? Pero ¿Cómo sabéis que aquellas nobles mujeres cuyos ojos arrancaban al clérigo del claustro e inducían al caballero a cambiar la lanza por el laud, no eran dríades u oréades? hijas de los dioses, semiinmortales, portadoras de amor y dicha y belleza a los hombres ..» » .. La sopa de Antoinette se me antojó maravillosa, y luego sirvió pescado comprado del barco aquel mismo día y un ragut muy inspirado, como solo puede tomarse en Francia, y fruta. Me temo que dejé mucho en el plato, porque ¿cómo se puede comer cuando el corazón retumba arrebatado aún por el primer beso de una dríade? Pero mi amada me dio a probar el vino tinto que le había comprado a un tal Padre Nosequé de las colinas y después el blanco adquirido en un pequeño auberge de un pueblecito pintoresco, oh, a muchas millas de distancia. Bebí de ambos, y los elogié, porque eran caldos excelentes, que es imposible degustar en Inglaterra y, a menudo, ni siquiera en París. Y tras el postre, aunque alegué que estaba tan borracho de amor que resultaba temerario ofrecerme nada más, insistió en que probase un licor nuevo y sorprendente que había descubierto en España el año anterior. Antes de que trajera los puros, saqué mi petaca y le ofrecí; y ella advirtió que la había rellenado con los que más le gustaban. Cogió uno, porque sabía que me complacería, y que los había comprado pensando en ella; y luego cogí yo uno de los suyos. Al acercarme a darle fuego, no pude evitar inclinarme y besarle el cabello, suave y satinado a la tenue luz de la tarde, como las encrespadas hojas de encina del Pincio..»
» …Una espesa nube del Norte engulló el sol y apagó la luz del Luxemburgo; y me envolvió una brisa glacial.
El sueño se había roto, se había convertido en polvo, como la fuente blanca, como el cristal veneciano corroído por el veneno..»