Esta biografía, escrita a finales de los 80 y subtitulada por su autor Esplendor y caída de un genio americano fue escrita por Higham de forma independiente, investigando y recabando datos a través de hemerotecas y archivos de todo tipo, datos que hubiera sido imposibe obtener del propio Welles que se divertía proporcionando a sus entrevistadores diferentes versiones de su vida, improvisadas por su exhuberante imaginación, todas ellas falseadas, con lo cual disfrutaba enormemente.
Orson Welles (1915-1985), podría considerarse como prototipo de americano de pura ascendencia algosajona, si es que él se hubiera tomado en serio esas cosas. Por línea paterna descendía de una familia de la nobleza inglesa emparentada con los Plantagenet, los Lores de Welles, que poseían mansión provista de foso y puente levadizo, y enormes extensiones de jardines. Por motivos económicos vendieron su mayorazgo y se trasladaron a Norteameríca cuando aún era colonia británica. En su mayoría se dedicaron a las leyes y eran hombres distinguidos, cultos y liberales, de tradición cuáquera, con constantes baches económicos, que participaron activamente en el Ferrocarril Subterráneo, una red de escape para los esclavos negros que huían del sur, y que atravesaba por las mismas propiedades de la familia Welles. Siguieron involucrados en esta tarea hasta el fin de la guerra de Secesión. Por parte de su madre provenía de un comerciante que llegó en el Mayflower, enérgico, ambicioso y totalmente desprovisto de miras altruistas.
En palabras de Higham:
«Welles ha sido muchas cosas para mucha gente. Ha sido mago, diseñador de vestidos, editor de revista, artista gráfico, articulista político y también pintor e ilustrador…. Su maciza figura, su rostro congestionado y su expresividad genial, parecen ejercer una gran atracción sobre los jóvenes. Es perfectamente comprensible, porque él siempre ha sido jóven de corazón: inconformista, romántico, liberal, radical, enemigo de las dictaduras y de la sociedad de consumo, crítico y adversario de las fuentes del poder… A pesar de que el ansia de dinero, poder y belleza constituye de nuevo la preocupación obsesiva de millones de individuos, Welles sigue ocupando un lugar especial en los corazones americanos. En cierto modo representa el rebelde como figura del Sistema, fumando cigarros enormes, saboreando el vino de la vida. No es casualidad que su papel favorito sea el de Falstaff»
Welles era un comediante nato. Desde la infancia improvisaba representaciones para sus amigos, les relataba cuentos inventados por él y, a pesar de su aspecto de gordito pacífico, les cautivaba con su ya atractiva personalidad. Asistió a una escuela progresista que le permitió desarrollar sus propias aficiones y talento. A la edad de 16 quiso ir a la Escuela de Arte Dramático de Chicago, pero su padrastro quería que fuese a la Universidadad de Cornell a estudiar algo serio. Finalmente, llegaron a un acuerdo y Welles obtuvo algo de dinero con lo que se dirigió a Europa. En Irlanda llegó a trabajar en un teatro emblemático y adquirió fama por su versatilidad y su precoz talento. Cuando volvió a Estados Unidos tuvo que moverse y actuar dónde pudo para que le conocieran, hasta que encontró a alguien con influencia que sí había oido hablar de sus actuaciones en Irlanda.
«En su carrera teatral en Nueva York, se afirmó en el teatro como una fuerza de la naturaleza. Sus producciones fueran de Shakespeare o de cualquier otro autor, se convirtieron en vehículos de sus apasionadas convicciones, aliadas de la izquierda norteamericana: la de que el poder corrompe, que en el ansia de riquezas y prosperidad reside el mal ….. Al revolucionar y dar libertad al escenario, le fue posible utilizarlo como vehículo de los sentimentos liberales que albergaba. Mantenía a su elenco en ayunas y insomne, durante noches de ensayos, transmitiéndoles sus ensoñaciones y pesadillas. Poeta de lo macabro, bastante semejante a Poe, era un hombre atormentado… Tenía la ambición, que alcanzó, de llevar consigo a los actores a través del oscuro tunel de su imaginación. Nadie de los que trabajaron con él olvidaron jamás la experiencia y ninguno pudo luego emularla. Quienes le abandonaron, impulsados por ambiciones económicas o por temor, no se lo perdonarían nunca del todo a sí mismos.»
Para entonces Welles tenía la imponente apariencia física que todos conocemos: gran altura debido a la ascendencia materna, gran corpulencia, ojos oblicuos y una cara algo mofletuda pero capaz de transformarse para expresar cualesquiera sentimientos, acompañado todo ello de una voz profunda que podía ser tronante.
«Welles solía combinar, en partes iguales, la parsimonia, la extravagancia, la mezquindad y la avaricia con una generosidad extrema, brotes repentinos de inspiración con meses de tedio y cansancio. Cada vez emergían con más fuerza los elementos erráticos de su naturaleza, pero aún así seguía ganándose la lealtad de cuantos penetraban en su órbita. Abrumaba a la gente con abrazos de oso, besos y afecto apasionado, o la sobrecogía con explosiones de furia volcánica, impaciencia y frustración»
Un espíritu apasionado y burlón que era capaz de un hondo romanticismo, como el que impregna su interpretación del protagonista de Alma Rebelde, versión inolvidable de Jane Eyre. Welles la co-digirió, dotándola de un atmósfera gótica que intensifica el relato.
Sobradamente conocida es su puesta en escena a través de la radio en 1943 de La Guerra de los Mundos:
«Estaba programado para la víspera de Todos los Santos, el 30 de Octubre. Welles hizo señal a la orquesta para que atacara el tema del Mercury Teatro, del concierto para piano en sí bemol de Chaikovsky. Luego empezó a presentar la historia con su mejor voz aguardentos de medianoche: <Ahora sabemos que durante los primeros años del siglo XX este mundo estaba sometido a estrecha observación por inteligencias superiores a las del hombre y, sin embargo, tan mortales como la suya propia>. Le siguió un anuncio hablando de una ligera perturbación atmosférica de origen desconocido; .. y ahora les llevaremos hasta el Meridiam Room en el Hotel Plaza Park, en el centro de Nueva York, en el que disfrutarán de la música de su orquesta (en realidad tal hotel no existía). Y luego:
<Señoras y señores. Interrumpimos nuestra programación de música de baile para comunicarles un boletín especial de la Intercontinental Radio News. Veinte minutos antes de las ocho, hora oficial, el profesor Farrell, del observatorio de Mount Jennings, Chicago, Illinois, informa haber observado varias explosiones de gas incandescente que se producen a intervalos regulares en el planeta Marte>
De forma gradual, a través de conexiones con supuestos expertos, observatorios y autoridades, fué suscitando el pánico y convenciendo a la población de que eran invadidos por extraterrestres. Hubo pánico generalizado, huídas en masa, saqueos, desmanes, intentos de suicidio. Un sheriff del Medio Oeste llamó a la emisora amenazándo: «Si se trata solo de una condenada y estúpida broma le aseguro que ahora mismo voy a Nueva York y le voy a dejar para el arrastre»
El equipo entero del Mercury fue escoltado por la policía a prisión donde pasaron la noche y a punto estuvo de acabar con Welles. Un directivo de la emisora logró exonerar a la compañía, hablar con las autoridades y echar tierra al asunto.
Otro cualquiera se hubiera refugiado en la cautela pero Welles no era capaz. Necesitaba entregarse en cada proyecto.
Herman J. Mankiewicz, famoso guionista y hermano del gran director, estaba interesado en escribir un filme sobre William Randolph Hearts (Ciudadano Kane), el imponente y célebre magnate de la prensa cuyo apoyo a Hitler le había convertido en blanco de la izquierda americana. El guión abarcaba 70 años de la vida de un magnate y su mejor rasgo era la imagen desilusionada y febril del poder y sus abusos».
«Welles comenzó a trabajar con Mankiewicz en el guión; recortó escenas, cambió frases y lo mejoró en todos los aspectos.»
Con su faceta de encantador de serpientes, llegó a entrevistarse durante el rodaje con Louella Parsons, columnista que trabajaba para Hearts y que era famosa por su capacidad de crear o destruir carreras o reputaciones y su pluma venenosa. La hizo creer de algún modo que la película enaltecía a su jefe Hearts y ella lo creyó.
Cuando presenció el filme se sintió desesperada por haberse dejado engañar de forma tan evidente y tanto ella como Hearts intentaron acabar con la productora y con Welles, incluso presionando a Rockefeller, accionista de la RKO. A punto estuvieron de conseguirlo. La película RKO 281 expone aquellos momentos de forma muy instructiva.
Louella Parsons juró que Welles se arrepentiría y, más tarde, procuró desde sus columna arruinar el matrimonio de Orson con Rita Hayworth, lanzando comentarios ponzoñosos y atacando a Welles, que, como siempre andaba metido en varios proyectos ruinosos.
Welles siguió, como lo había estado desde su adolescencia, sumergido en decenas de proyectos, muchos de ellos a la vez, con lo cual sufrían de la debida falta de atención para llegar abuen puerto. Quería, necesitaba abarcarlo todo: Shakespeare, del cual hizo varias magistrales puestas en escenas y llevó a la pantalla: Otelo, Macbeth y, especialmente, Campanadas a Medianoche, donde se reservó el papel de Falstaff; intentó y comenzó una versión de El corazón de las Tinieblas, «que tuvo que abandonar al estallar la II Guerra Mundial y desaparecer el mercado europeo. En Hollywood consideraron que el mercado americano no tenía la base cultural e intelectual suficiente que le permitiera asimilar las complejidades y sutilezas de la película». Es posible que hubiese sido magnífica, con seguridad personal y única, ya que Welles estaba en la plenitud de su vena creativa.
Hubo otros proyectos que logró finalizar pero que sufrieron brutales transformaciones en el montaje por parte de las productores (El cuarto mandamiento), y que quedaron irreconocibles.
Uno de sus principales problemas fué la falta de financiación o quizás su falta de previsión, su prodigalidad … El dinero aparecía y desaparecía costeando puestas en escena, guiones de filmes que nunca llegaban a realizarse, o montajes que por una causa u otra no le dejaban terminar según sus designios.
Todo esto y mucho más en esta exahustiva recopilación de la vida y obra de este bon vivant, lleno de sutileza, humor, accesos temperamentales y altibajos de humor. Murió en Los Angeles pero sus cenizas por su expreso deseo y el de su familia fueron depositadas en Ronda, ya que España fue un país que amó, donde rodó varias de sus películas y se sintió dichoso.