Este Visconti es muy diferente del director de grandes puestas en escena tales como El Gatopardo, Senso, Ludwig, etc.
Una historia desgarrada y dura sobre la larga posguerra italiana en la que las gentes del campo lo abandonan para emigrar a las ciudades industriales del norte como Milán y Turín, y que es un magnífico ejemplo de cine neorrealista. De alguna manera, Visconti se nos aparece aquí más auténtico al narrarnos la historia intensa y dramática de esta familia de campesinos, que en el director de espectaculares operas e historias aristocráticas. El guión lo escribió el mismo Visconti, junto con Suso Cecchi, guionista de algunos de los mejores films italianos (Roma ciudad abierta, Ladrón de bicicletas, El inocente).
Alain Delón bajo su apariencia de galán impregnaba de fuerza sus interpretaciones, especialmente las dramáticas como el papel de Rocco, dotándolas de matices: vulnerabilidad, sensación de desamparo, … sentimientos extraídos quizás de su propia vida que, tras una infancia infeliz y una adolescencia tormentosa le llevó a participar a los 17 años en la guerra de Indochina.
Renato Salvatori, en su mejor papel, ya que poco a poco su carrera se difuminaría en papeles sin gloria. Annie Girardot, da el contrapunto vehemente y vital en el personaje de Nadia, que busca una salida a la desesperanza.
Un vigoroso retrato de la lucha por la supervivencia de las clases desfavorecidas en las ciudades industriales.