LOS BOSQUES. George Perkins/Edouard Morren

 

Quiero reproducir unos párrafos de Man and Nature de George Perkins Marsh (Woodstock-Vermont) 1801-1882, diplomático, lingüista y uno de los primeros conservacionistas, que clamaba contra la deforestación de los bosques ancestrales.  Escribió un libro fundamental sobre la tierra y la necesidad de protegerla para la humanidad futura.

 

 

«Los árboles como conductores del calor

 Tenemos que tener en cuenta la acción del bosque como conductor de calor entre la atmósfera y la tierra. En Europa y América, los estratos supeficiales de la tierra en las zonas deforestadas son más frios en invierno y más calurosos en verano que aquellos de las zonas boscosas inmediatas, y los cambios de temperatura estacionales son menos bruscos y radicales.

 Las raices de los grandes árboles penetran bajo los estratos superficiales y alcanzan el subsuelo, donde la temperatura se mantiene constante a lo largo del año. En su papel de conductores, los árboles dirigen el calor de la atmósfera hacia la tierra cuando ésta se halla más fria que el aire y lo envían en dirección contraria cuando la temperatura de la tierra es más alta que la de la atmósfera. Así pues, como conductores que son, trabajan para igualar las temperaturas de la tierra y del aire.»

 

«El Humus de los árboles

 

Además de los procesos inorgánicos anteriormente expuestos, los bosques ejercen, mediante la caida anual de su follaje, debemos sumar una influencia adicional sobre la temperatura de la tierra y, consecuentemente, sobre la atmósfera que los cubre. Si examinamos la composición del suelo en un viejo bosque no alterado por la mano del hombre, encontraremos en primer lugar un depósito de hojas caídas, brotes y semillas, formando capas sobre la superficie de la tierra; después, capas compactas de los mismos materiales en un incipiente estado de descomposición que es más avanzado a medida que descendemos; después, una masa de mantillo negro en el cual resultará difícil encontrar trazas de estructuras orgánicas a menos que se examine con microscopio; debajo, un estrato de suelo mineral, más o menos mezclado con materia vegetal filtrada al subsuelo por el agua, o resultante de la descomposición de las raíces; y, finalmente, tierra inorgánica propiamente dicha o roca viva. Sin estos depósitos de productos en descomposición caídos de los árboles, el manto de los bosques sería tierra desnuda y sus poderes de absorción, radiación y conducción del calor serían radicalmente diferentes de los que son gracias a la capa de hojas que lo cubre; el bosque actuaría sobre su entorno en función de los bruscos cambios atmosféricos y sería también influenciado por ellos, sin paliativos

     (traducción libre)

 

Edouard Morren (1833-1866 Bélgica), era un botánico que escribió varios tratados, reproduciendo multitud de plantas y dibujos de éstas. A continuación reproduzco un párrafo que, de manera muy sencilla, nos habla de:

«Los árboles

 

Las plantas absorben del aire dióxido de carbono y otros gases y productos volátiles exhalados por animales o producidos por el fenómeno natural de la descomposición. Paralelamente, vierten oxigeno en la atmósfera, que es imprescindible para los animales. Los árboles mediante sus hojas y sus tiernos brotes, presentan una considerable superficie de absorción y evaporación; extraen el carbono del dióxido de carbono y lo solidifican convirtiéndolo en madera, fécula y multitud de otros compuestos. El resultado es que los bosques, gracias a la superficie absorbente de su follaje, extraen de la atmósfera mucho más gases que las praderas o los campos de cultivo y, a cambio, exhalan una cantidad incomparablemente superior de oxígeno. Como consecuencia, la influencia de los bosques en la composición química de la atmósfera es de la máxima importancia.»

 (traducción libre)
Esta entrada fue publicada en Pensadores. Guarda el enlace permanente.