Robert Burns

 

A un ratón de campo, al sacarlo de su madriguera con un arado


Pequeña, sedosa, temerosa bestia arrinconada
¡Qué gran pánico hay en tu pecho!
No tienes por qué huir tan presuroso,
con tanto alboroto
No es mi intención correr tras de tí
con azada homicida.

Siento de veras que el dominio del hombre
Haya roto el pacto que la Naturaleza establece,
y justifique la errada opinión
Que te hace mirar atónito
pobre compañero nacido de la tierra.
E igualmente mortal.

No dudo, no obstante, que es posible que robes
¿Qué importa?, pobre criatura, ¡tienes que vivir!
Una espiga ocasional de una gavilla
es pequeña pretensión.
¡Me daré por contento con el resto
Y ni la echaré en falta!

De tu pequeña casita, también en ruinas,
sus frágiles paredes los vientos esparcen
Y no hay, ahora, para construir una nueva,
Hierba recién cortada!
¡Y los vientos miserables de diciembre están al caer,
tan severos como vivos!

Tú que viste los campos quedar desnudos y yermos
Y cómo el duro invierno se echaba encima
Y aquí, calentito, a salvo de la tormenta
Pensaste que te quedarías
hasta que el cruel labriego pasó
y arrancó tu refugio.

Ese pequeño montón de hojas y ramujos
te había costado unas cuantas roeduras agotadores
Ahora te han dejado, después de todo tu esfuerzo
Sin casa ni hogar
Para soportar los chorreantes aguaceros del invierno
Y el frío rocío de la mañana.

Robert Burns (1759-1817) Escocia.

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2 respuestas a Robert Burns

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  2. Jesús dijo:

    Muchas gracias, hermosos versos.

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