Meditación frente al Mar Tenebroso

 

Llegados a Santiago de Compostela y una vez cumplidos los ritos en la Catedral, el peregrino que había realizado su andadura buscando algo más trascendente que la oración ante la tumba jacobea tenía tres caminos a elegir, tres caminos de muerte … y resurrección.

El primero conducía a Padrón, donde la leyenda sitúa el desembarco del cuerpo sin vida del Apostol Cerca de este lugar se encuentra el Pico Sacro, monte sagrado de los celtas al que se accede por el Puerto de la Oca, y donde se cuenta que fue a parar, milagrosamente claro, el cadáver de Santiago antes de ser trasladado al Campus Stellae … Además, Padrón no es sino un arrabal de la primitiva Iria Flavia, en cuya colegiata existe un antiquísimo cementerio compañeril.

El segundo camino se dirigía hacia el Promontorium Celticum o Promontorium Nerium, el Finisterre romano, lugar sagrado de los celtas, donde se adoraba la muerte del sol cada atardecer; donde los romanos instalaron sus «Ara Solis» y sus templos junto al santuario galo; donde se celebraban curiosos ritos de muerte y resurrección en la liturgia católica de Semana Santa, recuerdo sincrético de otras ceremonias más ancestrales.

El tercer y último camino llevaba a Noya, la antigua Noela, donde la tradición milenaria situaba el desembarco de Noé tras el diluvio y la fundación de la ciudad por una nieta suya, Noela o Noega. En Noya existe otro cementerio compañeril.

Lápidas tumbas gremiales- Noya


Estos tres caminos desembocan, como hemos visto en el Mar de los Muertos celta, llamado por los árabes medievales Mar Tenebroso. En las iglesias-cementerio de dichos enclaves mágicos se celebraban rituales iniciáticos, adscritos al simbolismo muerte-resurrección, para aquellos «peregrinos» -constructores, cabalistas, místicos, iniciados en fin- que, habiendo recorrido el Camino provechosamente en lo que a adquirir conocimientos sobre sus respectivas áreas se refiere, demostrasen estar preparados para acceder a la experiencia trascendente implícita en dichos rituales.

En Noya se conserva el cementerio, alrededor de la iglesa de Santa María a Nova, con unos centenares de lápidas sepulcrales cubiertas de signos indescifrados, que en muchos casos son idénticos a los signos petroglifos que cubren las rocas prehistóricas del litoral atlántico, como testimonio desconcertante sobre unos hombres que no deseaban ser reconocidos tanto por el nombre -que no figura prácticamente en ninguna de las lápidas como por el “gremio”, secta o fraternidad a la que pertenecieron y en la fueron iniciados. Otros muchos testimonios sugerentes quedan en este cementerio, como otras tantas huellas que nos permiten seguir el rastro de los maestros perdidos … y de sus discípulos; tales como el Templete Cíclico, los cruceros, los signos lapidarios de la iglesia, las esculturas de su tímpano, o el inquietante sarcófago del enigmático tabernero del siglo XIV, Ioan de Estivadas. Por si fuera poco, este “hombre del vino”, compadre del viticultor Noé, nos muestra su nombre en el sarcófago escrito del revés. Y ello sin olvidar una conseja popular medieval que asegura que la tierra de este cementerio se trajo ex-profeso de Jerusalén.

En Padrón-Iria Flavia, existe por su parte un maltrecho cementerio similar al de Noya, situado en la Colegiata de Santa maría, con tumbas paleocristianas, suévicas y visigodas, en cuyas lápidas y sarcófagos aparecen con profusión las patas de Oca o, si se prefiere, las runas de la Vida; en los muros de la iglesia aparecen además los símbolos de una ronda ritual-iniciática, señalizada mediante cruces célticas, cruces solares o paté como las adoptadas por el Temple.



Lápida compañeril con el símbolo gremial

 

 

En Finisterre, por último, persiste una ceremonia, en los ritos de Semana Santa, relacionada con la muerte y resurrección de un Dios tan antiguo como el mundo, un Dios que ha cambiado de imagen y de nombre tantas veces como culturas ha habido, pero cuyos ritos se han mantenido inmutables en su esencia, aunque se haya perdido el cementerio primitivo dónde se celebran y los símbolos que lo identifican como lugar de iniciaciones.

Sepulcro de Ioan de Estivadas

 

 

 

 

Decenas de lápidas compañeriles se apilan

en el exterior de la iglesia

 

 

 

 

 

Sarcófagos que no tumbas, a menudo  sería el modo de enterramiento de los «compañeros»

 

 

 

 

 

 

(Los enigmas de la España Mágica. Claves secretas del Camino de Santiago)
Rafael Alarcón. 1986.Prólogo de Juan Atienza.
 
 
Este es un libro que se escribió hace bastantes años, fué, después de Guía de la España Mágica, de Juan Atienza, uno de los primeros en ocuparse de estos temas. Resulta enormemente atrayente las descripciones de esos lugares rodeados por el misterio, como los cementerios de aquellos compañeros constructores de catedrales o iniciados en las antiquísimas tradiciones que permanecían a través del tiempo.
 
 
 

 

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