Este análisis de la sociedad, en el que todos nos vemos reflejados, se escribió en 1985, aunque sigue de rabiosa actualidad. Es un texto mordaz e irónico. Como introducción el autor hace un prefacio en el que explica de qué va la cosa:
«Estábamos pendientes del año 1984. Cuando el mismo llegó sin que se cumpliera la profecía, los estadounidenses reflexivos entonaron su propia alabanza en voz baja. Se habían mantenido firmes las raíces de la democracia liberal. Dondequiera el terror hubiera cundido, nosotros, al menos, no habíamos sido visitados por pesadillas orwellianas.
Pero habíamos olvidado que al lado de la pesimista visión de Orwell (1984) había otra, un poco anterior y menos conocida, pero igualmente escalofriante: Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Contrariamente a la creencia prevaleciente entre la gente culta, Huxley y Orwell no profetizaron la misma cosa. Orwell advierte que seremos vencidos por la opresión impuesta exteriormente. Pero en la visión de Huxley no se requiere un Gran Hermano para privar a la gente de su autonomía, de su madurez y de su historia. Según él lo percibió, la gente llegará a amar su opresión y a adorar las tecnologías que anulen su capacidad de pensar.
Lo que Orwell temía eran aquellos que pudieran prohibir libros, mientras que Huxley temía que no hubiera razón alguna para prohibirlos, debido a que nadie tuviera interés en leerlos …
..En 1984, agregó Huxley, la gente es controlada inflingiéndole dolor, mientras que en Un mundo feliz es controlada inflingiéndole placer. Resumiendo, Orwell temía que lo que odiamos terminara arruinándonos, y en cambio, Huxley temía que aquello que amaramos llegara a ser lo que nos arruinara. Este libro trata la posibilidad de que sea Huxley, y no Orwell, quien tenga razón»
Unos cuantos párrafos del libro:
«Hoy en día, debemos considerar la ciudad de Las Vegas, en Nevada, como la metáfora de nuestro carácter nacional y nuestras aspiraciones; su símbolo es un mural de cartón de nueve metros de alto que representa una corista y una máquina tragaperras. Las Vegas es una ciudad dedicada totalmente a la idea del entretenimiento, y como tal proclama el espíritu de una cultura en la que el discurso público toma, cada vez más, la forma de espectáculo.
En general, la política, la religión, las noticias, los deportes, la educación y el comercio se han transformado en accesorios simpáticos del mundo del espectáculo, sin que haya habido protestas o la gente hay sido consciente de ello. El resultado es que somos un pueblo al borde de divertirnos hasta la muerte.
Mientras escribo esto, el presidente de Estados Unidos es un ex actor de cine. Un ex candidato, George McGovern, ha presentado el popular espectáculo televisivo «Saturday Night Live». Lo mismo ha ocurrido con un candidato más reciente, el reverendo Jesse Jackson.
Mientras tanto, el ex presidente Richard Nixon, que en una ocasión dijo haber perdido unas elecciones porque lo sabotearon los maquilladores, ofreció al senador Edward Kennedy asesoramiento sobre cómo llevar a cabo una campña serie para la presidencia: rebajar diez kilos….»
«No hace mucho, ví a Billy Graham unirse con S. Green, R. Buttons, Dionne Warwick y otros teólogos para rendir homenaje a George Burns, que celebraba su supervivencia de ochenta años en el mundo del espectáculo. Si bien la Biblia no lo menciona, el reverendo Graham aseguró a la audiencia que Dios ama a aquellos que hacen reir a la gente. Fue un error involuntario. Simplemente confundió la National Broadcasting Co. (NBC) con Dios.»
«Los espectadores también saben que no importa cuán grave pueda parecer cualquier fragmento de una noticia (por ejemplo, en la fecha en que escribo, un jefe de la Marina ha declarado que es inevitable una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS), de inmediato será seguido por una serie de anuncios comerciales que, en un instante, reducirán la importancia de la noticia, tornándola en hecho irrelevante. «
«Los anuncios de televisión tratan de los productos tanto como el relato de Jonás trata de la anatomía de las ballenas, es decir, nada. Más aún, los anuncios tratan de la forma en que cada uno debe vivir su propia vida»
«El profesor Gerbner escribió: <La televisión es la nueva religión estatal, dirigida por un Ministerio de Cultura privado (las cadenas), que ofrece un currículum universal para todos, financiado por un tipo de impuestos ocultos, sin representación. Pagan cuando consumen y no cuando miran o dejan de mirar la televisión >…»
Finalmente, reproduzco una de las críticas que se hicieron en una revista americana sobre este libro:
«El principal error de la cultura del entretenimiento, según Postman, consiste en el hecho de que produce vastas cantidades de información sin ofrecer ningún contexto para la comprensión, lo que provoca la inutilidad de dicha información»
Y, me gustaría añadir de mi cosecha, que Postman en aquel lejano 1985 no concibió que se pudieran fundir en uno solo los dos libros a que se refería: Véase la película «El Show de Truman» o el progama televisivo (por llamarlo de algún modo) Gran Hermano.