Ha comenzado el S. XIX, termina el siglo de las luces; no obstante, en medio de la melancolía y el pesimismo que llegará de la mano del Romanticismo, aún se vive con el impulso y la energía del siglo que desaparece: las grandes expediciones (Malaspina, Ruiz y Pavón), el interés por explorar la naturaleza, no ya para enriquecerse como en siglos anteriores, sino para descubrir las claves de la botánica, la fauna, los enigmas físicos del mundo en que vivimos. Este poderoso impulso no se agotará sino que se fortalecerá incluso, hasta llegar más adelante a la decisiva Expedición por el Beagle de Charles Darwin.
Alexander von Humboldt era un aristócrata alemán. Recibió una completa formación académica y como disponía de fortuna propia, decidió emprender viajes geográficos que él mismo sufragaba. Visitó Centroamérica, el Pacífico y descubrió la corriente de aguas frias que baña América del Sur y que lleva su mismo nombre: Corriente de Humboldt
Humboldt había llegado con el propósito de trazar el mapa de la región norte del Amazonas pero al saber de Celestino Mutis decide cambiar su ruta y se dirige a Nueva Granada para conocerle y comparar sus colecciones con las del botánico. Lo que no esperaba encontrar era un equipo tan organizado de herbolarios y pintores trabajando en tan magna empresa.
Celestino Mutis era un sacerdote, un médico con grandes conocimientos de botánica que, por méritos propios y esfuezo personal logra, tras varios intentos, que la Corona, financie sus investigaciones.
«En Santa Fé, la expectativa por nuestra llegada fue singularmente excitada. Yo había escrito desde Turbaco al famoso Mutis que el sólo deseo de verle y de admirar su obra me habían movido a preferir el camino por Popayán al inmensamente más corto por Panamá y Guayaquil. Este sacrificio (y en realidad a causa del río Magdalena, no fuepequeño) movió al Señor Mutis y a sus amigos a movilizar todo para proporcionamos un recibimiento honroso. Habían situado botes a todo lo largo de todo el camino a partir de Guaduas, para conocer el día de nuestra llegada. La fiebre de Bonpland y nuestra permanencia en Guaduas hicieron que Don Pedro Groot y sus amigos nos esperaran durante 10 días en Facatativá. Tan pronto como en el alto del Roble salimos del bosque a la ilimitada planicie (las sabanas de Bogotá), ya encontramos carruajes y caballería para continuar más cómodamente el viaje. De hecho, uno se asombra de encontrar en la cumbre de una montaña de unas 1870 toesas de altura, coches de Londres con
resortes, y en la ciudad una cantidad de barómetros, termómetros, máquinas de electrización, en la casa de Mutis telescopios acromáticos, que fueron enviados a Londres en reparación y los cuales recorrieron felizmente el enorme camino dos veces.
A cuántos accidentes están expuestos todos estos instrumentos en el río Magdalena y en el camino rocoso de Honda al Roble a veces apenas de 7 pulgadas de amplitud.» Dibujos de C. Mutis
Sigue el diario de Humboldt**:
«Las noches fueron hasta ahora muy desfavorables para observaciones astronómicas. Por lo general, nublado y tormentas hacia el sur, especialmente un 10’ antes de que entre la culminación de la Cruz austral. En vano esperé con frecuencia la a y b del Centauro. Los zancudos me llenaron de picaduras los miembros, yo esperé inútilmente y no vi nada. Y con todo esto, uno debe permanecer de buen humor. El hecho de quecontinuamente haya tormenta en el Sur (aquí, en Cumaná, Esmeralda, Rionegro…)
precisamente allí donde las más grandes y las más claras estrellas invitan a la observación, es fatal para el astrónomo». «En el trópico hay máxima perfección física de la naturaleza orgánica. Tamaño. Densidad de las libras de madera. Bombax. Cavallinesia. Anacardium Caracoli.- Hymenaea.
Swietenia. Mimosae. Quebracho.- Carices, juncos (tal vez un bambú) del Maraguacá, los que vimos en la misión de Esmeraldas, en el Alto Orinoco, los que tenían un juego de
nudo a nudo de 17 – 18 pies franceses. Inmensa altura de los árboles de maní, caraña y hevea en la montaña de Javita. Intensidad del color de las flores. Magnitud de las corolas. Familias de orquídeas, un mundo desconocido para el que habrá que descubrir nuevos términos (filosofía, botánica), y esto en los valles de los Andes peruanos,…!» «La fiebre siempre recurrente de Bonpland (consecuencia de la navegación por el río Magdalena) me obligó a permanecer en Santa Fé casi 6 semanas completas, en lugar de 14 días. A pesar de que para mí ese retardo era en si muy incómodo (una visita tan larga podía fácilmente volverse molesta para Mutis, que nos albergaba; ¡y el peligro de no alcanzar la expedición de Bandin para circumnavegar el mundo, no era pequeño!), sin embargo ese retardo me dió por otra parte, la oportunidad de terminar el mapa del río Magdalena a 4 hojas, de calcular mis observaciones astronómicas, de utilizar el excelente tesoro de libros de Mutis, de medir Monserrate y Guadalupe, de trazar líneas meridianas en Santa Fé, de determinar con gran precisión la desviación magnética lo mismo que la latitud del lugar por medio de las estrellas australes y boreales, de estudiar ictiología… en resumen, de abarcar una cantidad de cosas, en las cuales no era posible pensar hasta ahora, por la rapidez de nuestro viaje. Finalmente el 17 de Julio de 1801 nos atrevimos a probar si la salud de Bonpland era lo suficientemente fuerte como para arriesgar un viaje. El fin de este viaje era visitar la
mina de sal gema de Zipaquirá, la laguna de Guatavita tan nombrada en los mitos indígenas, los manantiales calientes y la parte norte del llano de Bogotá, para completar el plano topográfico de esta llanura.»
Las anteriores expediciones (Ruiz y Pavón, Malaspina), aportaron inmensa información sobre botánica, fauna, física. Fue recogida en informes, libros y editadas las láminas de dibujos que se encuentran en el Real Jardín Botánico de Madrid. Expedición Ruiz y Pavón: Expedición Malaspina: Derrrota marítima de la Expedición: (**Dibujos extraídos del Diario de la Expedición de Humboldt.)