LAS CONTRADICCIONES CULTURALES DEL CAPITALISMO

 

 

Daniel Bell, recientemente fallecido, era un sociólogo, profesor de Harvard, editor de varias revistas especializadas en artículos y escritor.

 Sus libros: El fin de la ideología, El advenimiento de la Sociedad Posindustrial y, Las contradicciones culturales del capitalismo del que aparecen seleccionados varios párrafos a continuación, están considerados algunos de los libros más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

«Las contradicciones culturales del capitalismo», es una reflexión, un ensayo interesante sobre el papel que ha desempeñado la cultura, y especialmente el arte dentro de la cultura, desde mediados del  S. XIX, como impulsor de decisivos cambios sociales (Si bien Daniel Bell reconoce, que los avances tecnológicos de la revolución industrial fueron el detonante). 

 

«La sociología del decenio de 1950 se ocupó también de la teoría de la «sociedad de masas» y redescubrió la «alienación». La teoría de la sociedad de masas vio en el mundo moderno la destrucción de los vinculos grupales primarios tradicionales, la familia y la comunidad local; y vio los órdenes tradicionales reemplazados por la «masa», en la que cada persona vive de manera atomista o anómica»

«La sociedad de masa, no quiere cultura, sino diversión, y las mercaderías que ofrece la industria del entretenimiento son consumidas igual que cualquier otro artículo de consumo»

«En un nivel más terrenal, el libro de sociología más importante del decenio de 1950 fue el de David Riesman «La muchedumbre solitaria», que describía un cambio importante en la estructura de carácter de la sociedad contemporánea: del individuo autodisciplinado y automotivado (en síntesis, el hombre burgués histórico) al individuo sensible primariamente al grupo de sus iguales y a la presión de «otros». Análogamente, el libro prototípico de la cultura juvenil emergente fue el de J. D. Salinger, «El guardían entre el centeno», cuyo narrador, Holden Caulfield, encarnaba un nuevo tipo de persona, casi autista en su incapacidad para establecer conexiones reales con el mundo que le rodeaba. Los «beats», conducidos por Ginsberg y Jack Kerouac, habían ya «renunciado» a la sociedad».

 «Si nos preguntamos, en términos estéticos, en qué difiere el hombre moderno de los griegos en cuanto a la experiencia de sensaciones o emociones, la respuesta haría referencia, no a los sentimientos humanos básicos, como la amistad, el amor, el temor, la crueldad y la agresión, que son comunes a todas las épocas, sino a la dislocación espacio/tiempo del movimiento y la altura. En el siglo XIX, por primera vez en la historia los hombres pudieron viajar más rápidamente que a pie o en un animal, y tuvieron la sensación diferente del paisaje cambiante, una sucesión de imágenes, un esfumado producido por el movimiento que nunca habían experimentado antes»

«El énfasis del modernismo recae en el presente o en el futuro, pero nunca en el pasado. Sin embargo, cuandos nos cortamos del pasado, no podemos eludir la sensación final de vaciedad que entonces despierta el futuro. Ya no es posible la fe, y el arte, la naturaleza o el impulso, sólo momentáneamente, pueden borrar el yo en la embriaguez o frenesí del acto dionisíaco. Pero la embriaguez siempre pasa, y llega la fría mañana siguiente, que sobreviene inexorablemente con el romper del alba. Esta ineludible ansiedad escatológica lleva inevitablemente al sentimiento -que es el hilo negro del pensamiento modernista- de que la vida de cada persona está al final de los tiempos. La sensación de un fin, el sentir que se vive en una edad apocalíptica, es, como ha observado F. Kermode, «tan endémica de lo que llamamos modernismo como el utopismo apocalíptico lo es a la revolución política»

 «La autonomía de la cultura, lograda ya en el arte, está pasando ahora al terreno de la vida. El temperamento posmodernista exige que lo que antes se representaba en la fantasía y la imaginación sea ahora actuado en la vida. No hay ninguna diferencia entre el arte y la vida. Todo lo que se permite en el arte se permite también en la vida»

» … el ataque de la «cultura» contra la «estructura social». Cuando antes se lanzaban tales ataques -por ejemplo, cuando el surrealista André Bretón propuso, a principios de la década de 1930, que las torres de Notre Dame fueran reemplazadas por enormes cubetas de vidrio, una de ellas llena de sangre y la otra de esperma y que la iglesia misma fuera convertida en una escuela sexual para vírgenes- se los entendía como bromas pesadas, perpretadas por los «locos» permitidos por la sociedad. Pero el surgimiento de una cultura «hippy», drogadicta y «rock» en el nivel popular socava a la estructura social misma, al golpear al sistema motivacional y de recompensa psíquica que la sustentaba. En este sentido, la cultura del decenio de 1960 tuvo un significado histórico nuevo y quizá distintivo, como fin y como comienzo»

 

La siguiente página web contiene varios capítulos
de este libro que puede descargarse quien lo desee:

http://perso.gratisweb.com/carlosmanzano/Danielbell.htm

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