Este film de Kenji Mizoguchi, es un cuento fantástico, que auna una gran belleza visual, una visión sobre las penurias de los sencillos campesinos japoneses y un historia gótica.
Kenji Mizoguchi, junto con Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa forman la trilogía de los mejores directores de cine de Japón.
No obstante, en el caso de Mizoguchi, su vida personal marcó de manera decisiva las historias que contaría en la pantalla. Su padre, un artesano comerciante con ansias de grandeza, hizo inversiones desastrosas y arruinó a su familia. Tuvieron que trasladarse a uno de los barrios más pobres. Dándose cuenta de que no podría educar a Kenji, su único hijo varón, tomó la terrible decisión de vender a la hermana mayor, Suzu, entonces una niña de 14 años, a una casa de geishas. Kenji Mizoguchi, que adoraba a su hermana, quedó traumatizado y nunca le perdonó a su padre. Su madre, murió también pocos años después. Kenji, gracias al sacrifio de Suzu, pudo finalmente ser educado, estudiando arte.
En sus películas, las protagonistas femeninas, siempre son superiores espiritual y moralmente a las figuras masculinas. No importa el rol que la mujer interprete en el film: madre abnegada, mujer de clase alta, prostituta, .. . la mirada de Mizoguchi hacia ellas está llena de comprensión, de disculpa hacia sus acciones cualesquiera sean éstas, y a menudo, de abierta admiración. Debido a ésto, su cine, a pesar de ser en muchos sentidos profundamente japonés, sufrió el rechazo de una sociedad donde el hombre ejercía un dominio absoluto y la mujer jugaba un papel casi nulo.
Este film, Cuentos de la Luna Pálida (1953), incluye una de las escenas más hermosas del cine japonés, impregnada de misterio y de una belleza delicada; aquí se trasluce esa visión del pintor que era Mizoguchi, del artista que mira por la cámara y no solo quiere rodar movimiento sino dotarlo de hermosura.
Las ricas telas de los kimonos, los maquillajes antiguos de las damas, tal como se usaban hace 500 años, antes de la época Edo, y al mismo tiempo la vitalidad de la historia forman una armoniosa estructura que cautiva.
Una parte de magia se debe a la presencia de Machiko Kyo, bella actriz que interpretó en aquellos años algunos de los personajes más interesantes de aquél cine.